
Aquí quiero recoger, a través de unos cuantos post, mi experiencia como bloguera en Doce Miradas. Es en el compromiso con este proyecto donde sitúo mis inicios como activista feminista.
Este blog colaborativo se presentó en sociedad la tarde del 28 de mayo de 2013. Yo estaba allí. Fui una de la primera docena de Miradas que, reunidas en una sala de la Universidad de Deusto, en Bilbao, esperábamos a que dieran las seis y media de la tarde para pulsar ese ENTER que abriría paso a la publicación de nuestro primer post. A partir de ese martes, ya cada martes (salvo vacaciones y fiestas de guardar), Doce Miradas publicaría una entrada para dar que hablar sobre la desigualdad entre hombres y mujeres, y el anhelo de romper los techos de cristal.
Lo curioso es que las Doce Miradas no sabíamos gran cosa de feminismo; nunca fuimos de expertas ni de nada que no fuéramos. Éramos simplemente mujeres que tenían cosas que contar y necesitaban un espacio con altavoz para hacerlo. Queríamos ser mujeres que cuentan y eso es lo que fuimos. Desde la escucha y el debate sereno nos fuimos dejando empapar de otras visiones que fueron enriqueciendo o modificando las nuestras. Alguna vez he releído el primer post que escribí para Doce Miradas y pienso… “No escribiría esto ahora”. O no exactamente así.
Aprendí un montón; de mis compañeras Miradas y de todas las personas que quisieron sumarse a nuestro proyecto colaborativo aportando también sus opiniones con sus propios textos o con sus comentarios en el blog y en Twitter. Y fue un gran viaje para mí. Yo no sería la misma sin Doce Miradas, mis hijas no serían las mismas sin Doce Miradas y, quiero pensar, que algo he contribuido en mis entornos más próximos -los receptivos y los más hostiles- a sembrar la duda sobre la forma en la que esta sociedad ha tratado y trata a las mujeres. No quedan tantas personas a mi alrededor que se atrevan a decir eso de “ahora no os podéis quejar porque tenéis los mismos derechos”.
Dejé de trabajar en este proyecto cuatro años más tarde; lo que no significa que dejara de sentirlo mío y sentirme parte: Mirada se es para siempre. Ser Mirada es un honor, un regalo y un compromiso de por vida. Menciono este viaje fundamental en mi vida en las páginas de agradecimientos de mi segunda novela, MZUNGU. Mujer blanca extranjera. Este libro empezó a cuajar con mi aprendizaje al arrope de Doce Miradas.
Escribiendo para Doce Miradas me sentí parte de algo importante. Co-fundar Doce Miradas fue significativo en mi vida: me puso del revés, me hizo replanteármelo todo, incomodarme hasta el punto de pensar que no merecía la pena. Doce Miradas me hizo crecer y despegarme de contundentes suelas de cemento asidas a mis manoletinas, que no me dejaban bailar.
Me apetece citar aquí a todas mis compañeras. A la primera docena: Ana Erostarbe (ideóloga del proyecto), Miren Martín, Begoña Marañón, Noemí Pastor, Lorena Fernández, María Puente, Pilar Kaltzada, Arantza Sáinz de Murieta, May Serrano, María Ptqk, Amaia López de Munain y yo misma. A las que vinieron después: Mentxu Ramilo, Miryam Artola, Naiara Pérez de Villarreal, Christina Werckmeister, Eva Silván, Virginia Gómez, Eunate Encinas, Jeanne Rolande y Garbiñe Biurrun.
Por todo lo compartido, por lo que nos hemos reído (y llorado), por cada abrazo, por cada beso, por cada reflexión, por cada acuerdo y cada desencuentro, por cada palabra que aportamos para construir juntas, estaré eternamente agradecida.
He querido reunir en esta página de mi blog personal mis publicaciones en Doce Miradas para tenerlas así a mano, todas juntas. Y para, de vez en cuando, releerme y poder canturrearme con satisfacción aquello de “… cómo hemos cambiado…”. Aquí están:
–Los ojos de Marquitos (16/05/2017)
–Un compañero no se aparta (28/03/2017)
–La mirada de Violeta (18/10/2016)
–#Genitalidadexcesiva (1/03/2016)
–La bruja que llevo dentro (14/07/2015)
–Azul (13/01/2015)
–Transformar la rabia (10/06/2014)
–Preguntas intimidantes y tomaduras de pelo (22/10/2013)
–La mirada ultravioleta (11/06/2013)