“Cuando fríes pollo, te sientes satisfecha con la vida’. Minnie, en la película “Criadas y Señoras”. Afirmación de mi esposo: “Es así. Tú no lo sabes porque nunca has frito pollo”. Demoledor.
Así que lo que necesito es pollo y coraje para plantarme frente a la vitrocerámica. Una dosis extra de satisfacción no me vendría mal en estos días. Así que pienso: hay que hacerse con un pollo. ¿Cuánto cuesta un pollo? Pongamos que sea un pollo de corral el que salte a mi todoterreno bolsa de tela de El Corte Inglés. Ya que me meto en harina, que no sea porque la materia prima no ofrecía posibilidades.
Ya tengo pollo. ¿Me lo trocean o tengo que apañarme yo con el cuchillo nuevo de cerámica que corta hasta el rollo?
Tengo el pollo troceado. Sazono. Paso con nota esta prueba. Empuño la botella de aceite y ¡Dios mío!… ¿Cuánto echo? Bah: un chorretón. Temperatura máxima y espera paciente… Me estoy jugando sentirme satisfecha con la vida. ¡El delantal! Me apaño el delantal. Me veo exótica, oye. Como de carnaval. No me había puesto uno desde mi despedida de soltera.
El aceite humea. Bajo la potencia: ha llegado el momento de echar el pollo y alcanzar con ello el clímax anunciado por Minnie. Lanzo el primer trozo de pollo como a un metro de la sartén, porque soy madre de dos criaturas que aún me necesitan mucho. ¡Mierda! ¡Cómo salta el pollo! Ay, ay, ay, que chisporrotea, ay, ay, ay… ¡Una tapa! ¡Una tapa, por Dios!… ¡Una tapa! Cojo una. ¡Es pequeña! Y se queda dentro de la sartén asfixiando el pollo y dotando de todo su sentido a la bola agarradero. Pruebo con una tapa más grande. Tan malo el defecto como el exceso. Busco otra tapa. El trozo de pollo se chamusca ajeno a mi loco y desesperado cacharreo, así que antes de colocar la tapa correcta (ejercicio de formas y volúmenes recomendado para bebés de entre 6 y 12 meses) rescato el trozo de pollo. Como un tizón, el pobre. Y una humareda…
Se me han quitado las ganas de seguir metiéndome en jardines que no me son propios. Pisar la luna debió producir una satisfacción similar a la de ser capaz de freír pollo, pero tanto una experiencia como la otra, están fuera de mi alcance.
Mi momento “satisfecha con la vida” habrá de venir por otros caminos. Y, si soy sincera, he de reconocer que esto es solo un arrebato que me permito, porque en realidad lo que tengo es mucha suerte y muchas razones para sentirme bien. No obstante, volveré a intentar lo del pollo, porque ahora sé que podría haber salido bien si hubiera tenido preparada la tapa correcta. Va a ser eso: la clave del éxito va a estar en tener a mano la tapa, por si la cosa salta… Cuánto tenemos que aprender del pollo.
Pues lo siento pero, freír pollo no entra dentro de mi Top 10 en cuanto a preferencias personales. Te pasas el resto del día con el pelo oliendo a fritanga y se te quita el hambre. Consejo: la próxima "entrega" que sea "aprendiendo a hacer buñuelos",es que me he quedado con ganas de más este puente y están muy caros.
Sabes hacer buñuelos? A tus pies, una vez más. Pero neesitaré comprobarlo…
yo no sé hacer buñuelos, hablaba de ti como profesora y tu "paso a paso" ja, ja ja…
Bah! Mujerillas. Os sacan de los macarrones y no valéis pa ná, jajaja…
La verdad es que yo tampoco le encuentro la gracia a eso de freir pollo prefiero hacer bizcochos y ver como suben en el horno o unas berenjenas rellenas… no se creo que tengo que hablar con Javier para que me explique como lo hace, igual su técnica es más gratificante que la mía. je,je,je