Hoy he sabido de la existencia de Felicitas, una compañera de juegos de mi marido, de aquellos tiempos remotos de meter horas en la calle Tenerías y aledaños. Felicitas era de Becerril de Campos, pueblo palentino que hemos tenido el gusto de visitar esta mañana.
No sé si, por una remota casualidad, nos habremos cruzado con Felicitas, pero la visita nos ha recompensado con otros hallazgos del lugar fundamentalmente artísticos, pero también alguno de lo más mundano: una escultura anónima de Virgen con Niño cuyo Jesús se parece a un amigo y a sus dos hijos, a los tres. Cosas que la vida te ofrece para tenerte entretenida un rato.
No tuve el gusto de conocer a Felicitas entonces, por aquel barrio que yo también frecuentaba en mi infancia. Pero allí mismo, en la Iglesia Museo de Santa María donde estaba el niño ancestro de mi amigo, hoy me ha sido “presentado” el escultor Alejo de Bahía y me he hecho fan. Hemos podido saludar también a Berruguete, que siempre es un placer, la verdad. En una de las naves hay una colección de trece tablas del artista enfrentadas a unas cuantas esculturas de Alejo de Bahía en las que te puedes entretener bien a gusto un buen rato.
Santa María tiene un obligado “desnuque” para contemplar los artesonados policromados de los techos. El mismo acceso al museo queda bajo el coro y, según pones un pie en la entrada, ya se te va la vista hacia arriba. Preciosos. También diré —sin restarle un ápice de reconocimiento artístico al artesonado— que ese tipo de caritas con rasgos tan naïf me reconcilian (un poco) con mi técnica pictórica de boli sobre libreta y pienso que, si alguien me hubiera jaleado suficientemente, ahora quizá sería una cotizada especialista en restauración de artesonados policromados. La historia del arte se lo va a perder, pero si alguien quiere darle una vuelta a la moldura de su salón, que me diga y vemos 😉


Antes de visitar Santa María hemos estado un ratito bajo las estrellas de San Pedro Cultural, una iglesia románica cuyo uso como almacén de trigo la llevó a la ruina (literal) y fue reconfigurada después como un espacio cultural y astronómico que supo sacarle partido a la ausencia de techo. Fascinante lo del péndulo de Foucault. Siempre. Y muy chulos el falso avance del sol reflejado sobre el suelo y los signos del zodíaco, y el del arcoiris sobre la pared.
Pero como esta no es una crónica cultural ni lo pretende, quiero llamar la atención sobre la exposición de meteoritos; cada uno de ellos con su certificado de autenticidad. Que Felicitas me amoneste si me lo invento, pero he visto en San Pedro Cultural un trozo de meteorito animal print.


Sí, sí. Ese Universo con tanto aún por descubrir alberga vida y marca tendencias de moda (no estamos solos). No me he fijado de cuándo era el hallazgo del meteorito, por lo que puede ser que pase como en la Real Academia de la Lengua en el planeta Tierra: que desde que el pueblo llano asimila y aplica una palabra o uso de la misma, hasta que la RAE dice “venga, vale, que sí; que lo damos por bueno”, podrían pasar eras. Así que, si aquí en nuestro planeta el estampado de inspiración animal tiene (quizá) sus días contados, no me da la cabeza para estimar cuándo el Universo lo presentó como novedad en sus pasarelas de moda.
En serio: por sus calles, sus iglesias y todo lo que de interés tiene y no he recogido aquí, para quien no haya estado, el pueblo de Felicitas es una visita más que recomendable: Becerril de Campos.