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La Plaza de Andagoya

Lo de estar desplazada temporalmente es un trastorno, sin duda. En ningún sitio como en mi propia casa, con todas mis cosas, mis lugares de referencia, las personas con las que me cruzo con frecuencia, los perros que pasean por los mismos jardines y a las mismas horas que mi perro, las rutas para ir al trabajo o a casa de. En fin: que es un clásico despotricar de la rutina, pero con la de una, que no se meta nadie (como pasa con la familia).

Estar desplazada me impone adaptar mis hábitos a los lugares que, en la nueva ubicación, me resultan más cómodos o más prácticos.

Hoy Chabela me ha llevado hasta esta plaza para hacer un recado por allí cerca. Es la Plaza de Andagoya, donde pasé horas y horas de mi infancia. Ha sido como volver a Sagrillas (para quien no haya visto ‘Cuéntame’, aclaro que es el pueblo ficticio de Albacete de donde procede la familia Alcántara que protagoniza la serie). Se me han venido encima un montón de sensaciones y de recuerdos: la tía Lola en la ventana, Tor de cachorro, mis tortugas sobre el jardín, los niños y niñas con los que jugábamos en la plaza. Los veranos infinitos (sobre todo aquel de mis quince años, que me chupé castigada sin salir), jugar al diente, al encuentro por toda la manzana de Simón de Anda, Julián de Apraiz y Tenerías; a la banda de dos (y buscar conseguir ir de la mano de aquel). Pintar con tiza M x J y J x M, y ver cómo se iba desdibujando nuestro pueril grabado con las lluvias; llevar una pila de cartones a reciclar y conseguir unos durillos para chuches. Las coreografías de la canción de Yuri tras las cabinas de teléfono, las confidencias, las primeras traiciones. Los celos de nuestros amigos porque hablábamos con chicos que habíamos conocido en las fiestas del barrio del Pilar: aquel fue el inicio del fin de la cuadrilla.

Vista parcial de la Plaza de Andagoya de Vitoria-Gasteiz

La plaza ha cambiado mucho, pero ha sido bonito comprobar que el bar La Sonsierra sigue en pie, varias décadas después de haber sido testigo de nuestra salida al mundo, fuera del ojo que todo lo ve de aquellas madres que anunciaban la merienda lista desde la ventana.

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