La vida es un milagro que se muestra a cada rato. Aunque no lo percibamos, aunque las prisas no nos den tregua para darle la importancia que tiene. La muerte es mucho más aparatosa y se adueña de muchos más titulares. En una noticia que leí no hace mucho, hablaban de un estudio que revelaba que un porcentaje muy alto de personas manifestaban sentir desasosiego con la información que ofrecen los medios de comunicación. La crispación, el abuso, la destrucción, la desigualdad, la falsedad, la discriminación… están de plena actualidad quitándonos energía, poniéndose delante del sol para tenernos en sombra en estos tiempos tan fríos.
La tarde de Nochebuena de 2021 compré una flor de pascua a reventar de hojas rojas. Era la segunda vez en mi vida que hacía esto para sentir la presencia de alguien que me faltaba. La primera ponsettia duró apenas unos meses; nunca antes me había hecho cargo de una planta y sentí cierta culpa.

La segunda, la cuidé mejor. La observaba cada día con deleite, comprobaba su humedad cada semana, que tuviera suficiente luz, que no se venciera hacia un lado… La necesitaba fuerte y sana, porque había puesto en esa planta el reto de demostrarme que podía sacar adelante esa ilusión de la Nochebuena más triste de mi vida.
La planta crecía y renovaba sus hojas para mi regocijo; perdió las coloradas y salieron verdes; muchas, fuertes, brillantes, hermosas. Contemplar la vida haciéndose paso en aquella planta, me daba mucha serenidad, me daba paz.
Tras catorce meses de cuidados y un trasplante mal calculado, mi ponsettia se malogró. Parecía que remontaba…, pero fue perdiendo fuerza y la perdí. Me dio muchísima pena. No era solo una planta. Era LA planta, MI planta; la primera que me comprometí a cuidar, la primera que miré con atención, la primera con la que me descubrí feliz observándola cada día, viéndola orientarse hacia la luz, ensanchándose, brotando sin parar.

Desde entonces, tengo plantas a las que solo atiendo yo. Les pongo todo el mimo, todo el cariño: las observo cada día con deleite, compruebo su humedad cada semana, que tengan suficiente luz, que no se venzan hacia un lado… Las plantas me ofrecen la crónica de la vida que se hace paso, me recompensan por el tiempo en el que solo fui capaz de sentir invierno. Sale una florecilla y me alegra el día. Sale otra más y siento orgullo. Orgullo y responsabilidad. Asumo de buen grado el compromiso del cuidado y agradezco a mis plantas la experiencia de esperanza que me regalan escapando de la sombra y buscando siempre la luz.