En los últimos días, me veo buscando lugares que me recuerdan a ti, que me acercan a ti, que me golpean con tu ausencia, con lo irreversible de la pérdida pura.
Desde el pecho me llegan a la mente escenas donde compartimos un café, una tarde, un paseo, silencio. Como esos ascensores de documentos que suben y bajan, siento abierto un canal por el que veloces van y vienen, del pensamiento al alma y del alma al pensamiento, esos momentos que pasamos juntas, solas, entre abrazos, sonrisas, comunicando afecto y complicidad, conversando con las miradas y estando de acuerdo en lo único: contigo, conmigo.
Mis dedos recolocando tu pelo. Mis manos agarrando las tuyas. Mi cuerpo arropando el tuyo, enternecida y rota por tu vulnerabilidad. Tu fuerza resiliente conviviendo con tu fragilidad, como una lección de vida que siento que es tu mejor legado.
He hecho, sin pretenderlo, una ruta con los lugares donde me reto a echarte de menos, para ver si ya puedo recoger esas ganas locas de llorar y dibujar una sonrisa que me sane y me regale la serenidad de aferrarme a lo único que importa ya: contigo, conmigo.