De qué otra manera podría haber empezado este día que no fuera pensando en ti. En aquellos meses en los que solo fuiste tú, el latido de tu corazón. Acomodada en tu nido acuático perfecto, mientas tú lo preparabas todo para el reto de ofrecerme a la luz; con tu dolor, tu fuerza y un nudo. Un nudo apretado, comprometido hasta el fin y aún después de tu fin. Lo siento como si pudiera rezarte.
De qué otra manera podría empezar este día que no fuera echándote terriblemente de menos y sintiendo el nudo enredado dentro de mí, bien adentro; ahí donde pudiera permanecer aquel latido que fuera mi música, mi paz y mi consuelo. Si pudiera escuchar aunque fuera el eco… y acompasarme a ese bombeo de vida para recordarte más, mejor y más fuerte, y ponerme a cantar ‘Más bonita que ninguuuuuuna…”.