Ahora sí que sí, con el tradicional ‘finde-traca final’ de las fiestas de Baltanás, damos por terminada la temporada de verano, aunque aún queden algunos días para el otoño. En ruta y con plena conciencia de que se impone la vuelta a la rutina, a la rigidez de los horarios y a las obligaciones, vaya por delante que sabemos que el aterrizaje no suele ser tan forzoso como a veces tememos. Volver está desprovisto de aventura, pero es cómodo y, sobre todo, compensa con la recuperación de los espacios propios, los sonidos de nuestras vidas y el encuentro con las personas que queremos y necesitamos para cargarnos de la fuerza que nos requerirá el nuevo curso.
Estoy sintiendo este mes de septiembre como un viajecito por carretera en el que, de pronto, el asfalto nos bombea, para devolvernos al rodaje sin sobresaltos durante la mayor parte de los kilómetros. Me gustan esas cabezadas del camino que a la vuelta son pereza, resistencia sin fuelle hacia el segundo lunes de septiembre.
A pocos kilómetros de casa, pienso en que este ha sido un buen verano. Me rondan cositas buenas e ilusionantes y aquí estoy: expectante y dispuesta para lo que venga. Otoño: no me vayas a decepcionar…