Hace unos días terminé de ver Gambito de dama. Hacía tiempo que no disfrutaba tanto con una serie. Me cuesta ponerme delante de la pantalla y comprometerme por seis, ocho, doce sesiones…. No me la juego mucho, porque cada vez me irrita más sentir que he perdido un tiempo que siento volar huracanado con el pasar de los años. Pero venía tan recomendada la criatura, que me animé. Hice bien 🙂
Muero de amor por la protagonista. Me resulta adorable cuando es niña, a pesar de no encajar para nada en los cánones de niña adorable: es astuta, firme en sus decisiones y osada para jugar con los límites que le impone el mundo adulto. Es una niña que se distingue del resto, pero no es un bicho raro ni la tratan de ese modo. Es tremendamente habilidosa, rebelde pero nada conflictiva; educada al mismo tiempo.
Su relación con el bedel del orfanato en el que vive es deliciosa. Confieso que temí por esa niña que bajaba reiteradamente al sótano solitario, a buscar la compañía de un señor para que le enseñara a jugar al ajedrez. Las mujeres (las adultas, al menos) estamos llenas de miedos que nos condicionan la percepción de los lugares seguros adelantándonos a que quizá no lo sean.
En realidad, me ha fascinado la relación de nuestra Beth Harmon con los hombres que se van cruzando en su historia: no solo el bedel, también sus rivales de juego, sus enamorados y hasta el campeón del mundo. Todos las hombres (menos uno, que simplemente la ignora) la respetan y la consideran. En todas estas relaciones con varones se respira la serenidad del trato entre iguales. Los chicos que van acompañando el camino de éxitos y caídas de esta jugadora excepcional, la cuidan, la ayudan, la cuestionan cuando yerra, la recogen y la aúpan. Creen en ella y celebran sus éxitos como si fueran propios. Esta serie es tremendamente inspiradora para el diseño de un plan (serio) de igualdad que siente de una vez por todas las bases de una sociedad justa.
Mención especial al baile de dedos y piezas sobre el tablero. Me ha parecido fascinante esa coordinación fantástica entre mente, mano y desde luego la nota hipnótica del toque sobre el reloj que marca el inicio del turno del contrario. Las miradas de Harmon a los ojos del rival para intentar leer su estrategia. Las visiones de los tableros de ajedrez surgiendo de los techos para adelantarse a las jugadas que vendrían. El trabajo comprometido, la tenacidad y el empeño en volver una y mil veces sobre los errores. La veneración de la trayectoria de los grandes y ese temor al fracaso que se viste de humildad para seguir aprendiendo. Esta producción está llena de encantos.
Ni que decir tiene, que Gambito de dama es un regalo para las niñas, que encuentran en esta historia un referente sereno de logros en un mundo masculinizado. Sin pretender ser un hombre ni comportarse como tal, Beth Harmon sigue su camino y decide hacer lo que quiere hacer.
Lástima que este personaje sea de ficción, porque eso de “basado en hechos reales” siempre viste. En alguna parte leí que, a raíz de la presentación de la serie había subido muchísimo el número de matriculaciones de niñas para aprender a jugar al ajedrez. ¡Bien! Queridas niñas y no tan niñas: ya estamos más cerca de que ocurra. A por todas.
Por último, un apunte: Gambito de dama es una serie basada en una novela escrita en 1983 por el escritor norteamericano, ya fallecido, Walter Tevis. En una entrevista concedida al New York Times, Tevis declaró: “Con Beth Harmon quise rendirle un homenaje a tantas mujeres inteligentes“. Sea. Pongamos punto y seguido. Queremos más: más visibilización, más referentes. Más y más.