No lo recuerdo, pero, seguramente, cuando era una niña, alguien me preguntaría qué quería ser de mayor. Y supongo que yo le diría que escritora y andaluza, que son las dos cosas que más he querido ser en mi vida.
Me he sentido escritora desde que recuerdo, antes incluso de publicar mis libros. Sería escritora aunque no me leyera nadie, porque creo que es una forma de estar e interpretar el mundo.
No he conseguido ser andaluza. Quizá algún día.
Pero resulta que ya está: soy mayor. No es que no lo fuera ya desde hace muchos años. Es solo que ha sido en los últimos tiempos, cuando he sentido con fuerza que cuando se es mayor, pasan cosas que no tienen vuelta atrás. Para lo más importante, ya no hay tiempo: “Es más tarde de lo que crees”. No hay margen para hacerlo mejor. Los años que vendrán serán para recoger lo sembrado y asumir los resultados de la preevaluación de la propia vida.
En este mismo punto, la parada revela que ni el cuerpo ni la energía son lo que eran. Tampoco las ganas de asumir retos ni de luchar por los sueños. La gente con la que contaba para el viaje eligió otros caminos y las decepciones se suman y colocan solas en ese lugar donde moran las alertas que protegen nuestro corazón del dolor, aunque no siempre lo consigan.
Pararse a descansar, interrumpir la marcha para coger aire, hace que te plantees si merece la pena, si serás capaz, si estás preparada para fracasar otra vez o para recibir un latigazo más en medio del alma.
Da igual lo que quisiera ser de mayor. Tengo ya esa edad en la que no cabe ninguna duda de que querer no siempre es poder, de que quien persevera no siempre vence y de que hay montones de cerdos por ahí que un San Martín tras otro se van tan pichis a la verbena.
Da igual lo que quisiera ser de mayor, porque esto es lo que soy. Da igual si estoy conforme o no. Estoy aquí y así, como consecuencia de las decisiones que tomé. Así de bien, así de mal; así de centrada, así de perdida; así de fortalecida, así de herida. Acompañada y sola, asustada y envalentonada, sometida y en rebeldía. Consciente. En pie, mientras quede tanto por hacer. Sabiendo que en el pulso contra el tiempo, los calambres en el antebrazo anticipan mi derrota.