Mi portátil lleva toda la tarde torturándome con actualizaciones y posponiendo mi cita con la página 45 de mi tercera novela. Así que he buscado refugio y ejercicio de tecla en esta, mi habitación propia virtual.
Estaba pensando en un momento de primera hora de la mañana. Estaba con los auriculares puestos, poniéndole el collar a Baloo para irnos a saludar al día, y cantando a viva voz por la casa cada propuesta de mi playlist Ya sé yo mis canciones.
«¡Qué contenta estás hoy!», me ha dicho mi marido. Y he pensado: «Pues para el lío de vida que tengo montado últimamente, la verdad es que sí: me siento contenta». Es el efecto que produce cantar. ¡Cómo echo de menos mi coral! En casa hay destreza vocal, ¿eh?, pero nadie canta conmigo (estoy poniendo carita triste). Y sola está bien… pero no es lo mismo. Cantar con otras voces es mágico, pura construcción cooperativa, creación de una experiencia irrepetible cada vez, porque nunca, nunca suena igual. Añoro a mi familia de Ahots Argiak…
Se me cruzó este pellizquito de nostalgia esta mañana y lo dejé pasar, porque si me detengo en todo lo que quisiera volver a hacer y aún no puedo, tendría que crear una nueva playlist y llamarla Ya sé yo mis penas, y los dramas me dan pereza.
Además es que me he levantado con ganas; un montón de ganas de hacer un montón de cosas. Si quitamos las que me niega la situación de emergencia sanitaria, pierdo el adverbio y el montón se me queda en cosas: un montón (el adverbio de ahí no se mueve) de ganas de hacer cosas. A tope de motivación, ¡a por ello!… Vale que no tengo mucho tiempo libre y que el que tengo se lo zampan exigencias y exigentes a quienes quiero demasiado para negarles el reparto de mi botín. Pero, oye, tengo lo más importante: las ganas.
Porque es con ganas cómo se hacen las cosas, aunque a veces los tiempos de ejecución se dilaten tanto que te gustaría gritar a los cuatro vientos: «¡¿Pero me queréis dejar en paz?!» Ay… Que será eso de la paz… Durante la redacción de este post he sido interrumpida ya cuatro veces. ¿Soy o no soy una superviviente del ataque a la creación? Pues si no he tirado la toalla y sigo avanzando por el espacio en blanco de este párrafo inconcluso es porque tengo ganas; muchas ganas de escribir, de cantar, de contar, de compartir y de seguir mi camino.
